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JOAQUIN 'NEGRO' ORTIZ

 

Joaquín “El Negro” Ortíz nació en el invierno de 1958.

La leyenda dice que quedó medio vizco cuando escuchó por primera vez una guitarra clásica.

 

Comenzó a tocar a los 8 años, copiando los acordes de las Pirekuas (canciones populares de la región de Michoacán, México) y a los 10 ya era destacado alumno del jardín de niños musical de la Escuela Popular de Bellas Artes.

Su primer “concierto” fue antes de tomar ninguna clase y tocando “de oreja” a Tárrega y a Carcassi. En esos primeros años incluso llegó a tocar la trompeta en la banda de la escuela, aunque, por fortuna para su familia, desistió a tiempo de esta aventura que ya tenía a todos “hasta la coronilla”. 

Más tarde han aportado a su formación grandes maestros de la Música, el Teatro y la Filosofía, que no mencionaremos aquí por ser una lista demasiado larga y porque, en justicia, ninguno de ellos debe ser declarado responsable de nada.

A principios de la década de los 70´s, entra en contacto con la música popular de América Latina lo que lo llevará a incursionar en una gran cantidad de instrumentos de esta región (Charango, quena, sikus, cuatro, tiple, arpa, violín, todo tipo de guitarras, pitos y flautas) hasta convertirse en lamentable trauma que a la fecha no supera.

En esos años se incorpora a su primer agrupación: el grupo de canción social Mapeco que, luego de escisión (con purga al estilo estalinista y toda la cosa) deriva en el legendario grupo Tlatoani, que luego sería La Voz del Viento, en donde comienza a desarrollarse como arreglista y compositor.

En 1983, regresa a la Ciudad de México, su ciudad natal, donde trabaja como ingeniero de grabación mientras se integra al trío El Brujo, fundado por el flautista Jorge González (Ex Cuicani, ex Sanampai) y Pablo Romero, célebre ingeniero y guitarrista.

En 1985, en una fiesta de teatreros, conoce a los miembros del grupo teatral La Mueca y “colabora” intensamente con una de sus fundadoras… Más tarde, y ya sin los efectos del alcohol, se incorpora formalmente al grupo donde, secretamente, inocula el virus musical hasta que, a los pocos meses, se estrena el primero de una larga serie de espectáculos teatrales y musicales. A pesar de las evidencias, no han conseguido echarle de La Mueca hasta ahora.

Paralelamente a su trabajo artístico, a lo largo de los años ha sido también maestro de arte, estética y ciencia social. Sin embargo, para desgracia de todos, sigue escribiendo abominables canciones.

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